Clase 23/11/2016

Esta clase la destinamos a un debate a partir de la lectura de unos capítulos que trataban el tema de la adolescencia. Según estos capítulos, la adolescencia se ensaya entre los tres y los siete años y se repite en sus formas, aunque con mayor intensidad, entre los once y los diecinueve. A los tres años, el niño comienza a tomar conciencia de su propia libertad y prueba la autoridad de sus padres para hallar los límites. A los once años, una vez que desarrollado el pensamiento formal, el adolescente toma una mayor autoconciencia y vuelve a probar su propia libertad frente a la autoridad de sus padres. El período de la adolescencia tiende a magnificarse, de modo que «los padres a menudo reaccionan ante estos cambios como si su hijo fuera otro, provocando en el joven aún más desequilibrio y mayor inseguridad. (…). Él no siente que sea otro y cuando observa sus cambios y la responsabilidad que estos le empiezan a exigir, es como si se asomara a un precipicio, a un abismo que desconoce, y entonces lo menos que necesita son unos padres que exageren los cambios y le empujen al abismo». No obstante, la adolescencia constituye una etapa con muchas posibilidades de felicidad para el hijo y los padres si aprenden a interpretarla y tratarla adecuadamente, ya que conlleva mayor autococonimiento, inteligencia y libertad. 
El tema de la adolescencia lo hemos tratado más en profundidad en la asignatura del MAES Aprendizaje y Desarrollo de la personalidad. En ella, hemos establecido una clara distinción entre la pubertad, entendida como conjunto de cambios físicos que a lo largo de la segunda década de la vida transforman el cuerpo infantil en cuerpo adulto sexualmente maduro, y la adolescencia, entendida como el período psicosociológico que se caracteriza por la transición entre la infancia y la adultez. De este modo, la adolescencia es una transición que se inicia con la pubertad, pero no puede entenderse al margen de los cambios sociales. Por tanto, no se trata de un proceso biológico, sino de una construcción sociocultural que varía a lo largo del tiempo y del espacio. 
Existen dos perspectivas fundamentales sobre la adolescencia que se relacionan directamente con las dos actitudes anteriormente señaladas: (1) aquella que entiende la adolescencia como tormenta y drama (storm & stress) o modelo punitivo del déficit y (2) aquella que entiende la adolescencia como transición evolutiva normativa o modelo promotor de desarrollo positivo. Mientras que la primera considera la adolescencia una etapa problemática relacionada directamente con el alcohol, las drogas, la conducta antisocial y las prácticas sexuales de riesgo, la segunda ofrece una visión de la adolescencia no como problema a resolver sino como recurso a desarrollar. 


De las dos actitudes anteriores, existe un claro predominio de la segunda en la sociedad. Así, los medios de comunicación promueven el estereotipo del adolescente conflictivo, antisocial y rebelde. Este hecho genera un profundo rechazo hacia esta etapa del desarrollo psicosocial del individuo sesgado por infinidad de prejuicios. Además, como apuntábamos, los padres suelen estar predispuestos negativamente a la adolescencia, lo que trae consigo problemas en la comunicación con los hijos. 
No obstante, las investigaciones demuestran que el porcentaje de adolescentes que experimentan grandes problemas es menor que el que presenta un desarrollo normativo. De hecho, suele darse una continuidad entre la infancia y la adolescencia, de modo que los niños que no eran problemáticos en la infancia normalmente no lo serán en la adolescencia y viceversa, los que lo eran en la infancia lo serán en la adolescencia. Si bien es cierto que la pubertad produce una serie de cambios físicos con consecuencias psicológicas, los adolescentes no responden siempre naturalmente al estereotipo social, sino que este es una mera construcción en la que pretende encasillarse a todos los adolescentes erróneamente. Ante esta situación, considero que debemos caminar hacia esa otra perspectiva y entender la adolescencia más como un recurso a desarrollar, ya que constituye una etapa de maduración y autoconciencia en la que los adolescentes adquieren gran potencial. Asimismo, creo que debemos trabajar para desprendernos de los prejuicios que han configurado el estereotipo y entender la adolescencia en toda su complejidad y variedad.  

A continuación he recogido algunas viñetas que ironizan a propósito de los prejuicios hacia la adolescencia desde una perspectiva cómica.